Era 4 de Octubre, una mañana soleada; el rocío ya había caído sobre la hierba y el campo amarillento aguardaba una tradición española nunca presenciada en esta localidad.
Los jinetes y el pueblo estaban expectantes y con ganas
de disfrutar de dos preciosos y nobles animales juntos, los caballos y los mansos, por el campo de Quijorna.
Tras una mañana llena de actividades de equitación, llegaban las 16:00 h y entre la expectación y el nerviosismo por la novedad del evento, la gente, entre los caballos, se acumulaba para presenciar la salida de los animales hacia la Calle de la Virgen del Rocío, dirección los hornos, donde ya mucha gente esperaba, desde lo alto de los montes, ver pasar la manada de bueyes guiada por los jinetes.
La pureza de los mansos por el campo, se juntó con las palmas y el cante de los asistentes a caballo y en carroza, hasta la llegada al pueblo, donde finalmente la manada y los jinetes fueron recibidos por el eco de una guitarra española y el cante de Eduardo Palencia.
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